LOS ENTRENAMIENTOS EN HIPOXIA PARA EL TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD

La obesidad es el mayor problema de salud pública de las sociedades occidentales. Es uno de los mayores factores de riesgo para padecer enfermedades de gran prevalencia como: hipertensión arterial, diabetes tipo II, problemas cardiovasculares y síndrome metabólico (Misra, 2008).

Por otra parte, hay estudios que demuestran que a grandes altitudes se suprime el apetito y se da una pérdida de masa corporal (Shukla, 2005, Westerterp, 1994). De la misma manera se ha visto que las variaciones de oxígeno en el sistema orgánico produce cambios en la composición corporal (Trayhurn, 2008, Quintero, 2009, Urdampilleta, 2011 y 2015). La ingesta de alimento, la selectividad para la ingesta de proteínas e HC, así como el peso corporal, están parcialmente regulados por la serotonina. Este compuesto administrado a las ratas produce anorexia. La exposición aguda a la hipoxia tanto en humanos como en ratas produce un incremento de los niveles de serotonina sanguínea (Gonzales, 1980). A la vez, la hipoxia produce un aumento en el sistema adrenérgico induciendo una estimulación simpático-adrenal (Antezana, 1993).

Estos indicios nos permiten pensar en la hipótesis de que la Hipoxia Intermitente (HI) provoca una disminución del apetito y una pérdida de grasa, la cual podría ser de interés para el tratamiento de la obesidad.

Además, sabemos que los entrenamientos en Hipoxia Intermitente (HI) en atletas, aumentan el número de mitocondrias, enzimas oxidativas musculares, cambios en las vías de obtención de energía con posibilidades de un aumento en la lipólisis (Daussin, 2008, Lecoultre, 2010, Roels, 2007). Una hipoxia normobárica puede normalizar la TA en pacientes hipertensos (Serebrovskaya, 2008, Shatilo, 2008), induce protección cardiovascular (West, 2008, Zong, 2004), mejora la función respiratoria (Katayama, 2009), produce protección del SNC (Margaill, 2005) y produce reprogramación en el metabolismo basal (Aragones, 2008). Recientemente, se demostrado que la hipoxia a través del factor HIF-1 ayuda a regular el funcionamiento mitocondrial (Solaini, 2010). Es interesante observar, que en la mayoría de los procesos fisiopatológicos se presentan defectos en el funcionamiento mitocondrial, la cual mejora con la HI.

Se ha visto que con tratamiento de una semana a 2650m de altitud (sin hacer ejercicio) los sujetos pierden peso y disminuye la tensión arterial (Lippl, 2009). Nuestra experiencia indica que añadiendo el ejercicio al estímulo hipóxico, las mejoras tanto en la salud como en la composición corporal pueden ser mucho más significativas. Hay evidencias científica que sugieren que una menor degradación del factor inducible por la hipoxia alpha (factor HIF-1a) provocada por situaciones de hipoxia, junto a la actividad física, puede ser un arma muy eficaz y puede tener a largo plazo aplicaciones médicas importantes (Calderón, 2007, Caramelo, 2006).

Así, junto a la dieta y el ejercicio puede ser otro estímulo potente para adelgazar, además de tener efectos a media-larga duración, ya que los efectos de la hipoxia se mantienen durante 1 mes post-tratamiento (Lippl, 2009).

Aunque nuestro entorno orográfico no permite ir a montañas de gran altitud, la tecnología actual nos permite simular los efectos de la hipoxia a nivel del mar, mediante instrumentos que disminuyen el contenido de oxigeno del aire inspirado. Esto hace que el conocimiento generado sea de gran utilidad y a la vez práctico para su aplicación clínica en pacientes obesos (Urdampilleta, 2010).

Figura. Entrenamientos en Hipoxia Intermitente y Altitud, ayudan a perder peso y mejoran la condición física como la salud (elaboración propia).

Referencias

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